"Lean, estudien, llenen los vacíos que la deficiencia de instrucción les dejó sin completar. Piensen que el Aprismo necesita de muchos hombres cultos, capaces, instruidos, preparados." VRHT

miércoles, 29 de agosto de 2012

RODRIGO FRANCO - Memoria del CUA UNFV

Rodrigo Franco en la memoria
histórica del Partido del Pueblo

RODRIGO FRANCO - Memoria del CUA UNFV


Conclusión No 89 del Informe de la CVR

"La CVR expresa su reconocimiento especial a todas las víctimas pertenecientes al Partido Aprista Peruano, muchas de las cuales fueron autoridades locales que permanecieron en sus puestos a pesar de la intensidad de la violencia. La CVR resalta, también, el esfuerzo realizado por el gobierno del presidente Alan García Pérez por preservar el sistema democrático, las elecciones locales y generales y la libertad de prensa, en el contexto de una difícil situación en medio del peor conflicto armado interno de la historia republicana del país."


A propósito de los casi diez años del Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) y nuestra marcada discusión y distancia por los vacíos y licencias para con los terroristas con las categorías por ejemplo de "Conflicto Interno" o tildar a la banda criminal Sendero Luminoso como "partido político" recordamos uno de los casos emblemáticos de la sangrienta metodología del terror desatada contra los apristas -c. Rodrigo Franco- quien por esos años se desenvolvía como funcionario público y un prometedor líder.

El c. RODRIGO FRANCO, quien a sus 29 años un 29 de agosto de 1987 fue dinamitado en su casa en Ñaña frente a su familia y luego - en agonía- repasado con tres tiros en la cabeza por los cobardes de Sendero Luminoso por orden explícita de Abimael Guzmán.

Los maoistas criollos o MOVADEF insisten en el discurso de "reconciliación" cuando sus camaradas aliados al narcotráfico no sólo no deponen las armas, sino han mutado a un esquema criminal mucho más nocivo y violento.

¡No a la violencia y SEASAP!


c. Hernán Hurtado
Sec. Gral. CUA UNFV

c. Billy Morales
Sec. de Org. CUA UNFV

lunes, 13 de agosto de 2012

Cómo nació el saludo aprista con el pañuelo blanco. Por Andrés Townsend Ezcurra

Talara recibe a Víctor Raúl Haya de la Torre en 1957, al regreso del destierro,
el saludo del pañuelo blanco inherente a toda manifestación aprista

Presentación por el c. Hernán Hurtado (Sec. Gral. CUA UNFV)
Cuando uno se aproxima al APRA en el anual mitin de la fraternidad -22 de febrero en alusión al onomástico de Víctor Raúl Haya de la Torre-, se intriga por el despliegue popular en la avenida de los pañuelos blancos –sobrenombre bien merecido de la Av. Alfonso Ugarte-, se percibe un clima de algarabía y hermandad donde convergen delegaciones de todas las bases apristas de Lima y algunas provincias en simultáneo, esta fiesta se repite en la mayor parte del país. A toda esta celebración y ceremonia casi religiosa no le faltan improntas y símbolos propios de una historia plagada de embates y sacrificios por una democracia social. Este es el caso de los pañuelos blancos que refiere a un saludo fraterno entre la militancia.


Esta tradición responde al mismo año de la fundación del Partido Aprista Peruano (1931) que se produjo en la espontaneidad mas sincera de un pueblo que engranaba en cuerpo y espíritu con el reciente Partido. 15 de agosto del mismo año, mítines simultáneos, graficaron los desfiles jamás vistos en el país, los apristas cual ejercito civil se volcaron por las grandes avenidas saludando a sus líderes con el dichoso pañuelo blanco. Esta invención se la debemos al c.  José Antonio Genit, entonces Secretario Nacional de Disciplina y encargado de la organización de los mítines y desfiles en recibimiento de Víctor Raúl Haya de la Torre.
De ahí que este símbolo es típico en las manifestaciones apristas en señal de disciplina y acción.


(Del libro “50 años de aprismo”)

El Partido Aprista Peruano se había fundado como tal la noche del 20 al 21 de setiembre de 1930 en la casa de un trabajador; en octubre pudo lanzar el primer número de su órgano oficial, la re­vista «APRA», dirigida por el poeta Serafín Delmar. A fines de noviem­bre llegaron Manuel Seoane, de Buenos Aires y Carlos Manuel Cox, de México. Una conferencia de Seoane, anunciada para un teatro, se dictó a escondidas de la policía en un local particular. Apareció después con el título «Nuestros Fines» y fue una de las obras de popularización más efi­caces del aprismo apenas naciente.

Mi adhesión oficial al nuevo Partido se realizó un día de abril de 1931, en el modesto local, de una pieza, que se abriera en la décima cuadra del Jirón de la Unión, en la vieja calle de Belén. Era lo que los li­meños llamaban «ventana de reja» pero al poco tiempo el Partido ocupó toda la casa.

Entre otras novedades, este partido nació cantando. En mayo de 1931, Arturo Sabroso creó la letra de la Marsellesa aprista, que fue adoptada inmediatamente por el pueblo y se ensayaba cada noche en lo que ya se llamaba «la Casa del Pueblo». Esta era una de las designacio­nes clásicas de los locales socialistas europeos y lo era también del Parti­do Socialista Argentino, en Rivadavia 2150, en Buenos Aires. Poco después, se crearon las marchas y los himnos propios. Un compositor netamente popular, Lucas Cabello, creó la «Marcha Aprista» y luego, mientras se velaban los restos del compañero Adolfo Copello, muerto de una pedrada por los sanchecerristas en Surco, creó los compases so­lemnes de la «Marcha de los caídos».

El saludo de los pañuelos blancos nació el 12 de agosto del mis­mo año histórico. Con miras a preparar el gran recibimiento de Haya de la Torre en Lima, que estaba fijado para el día 15, se organizaron actua­ciones en cuatro locales diferentes: uno, en Chacra Colorada, otro en el Rímac, otro en los Barrios Altos y uno en Miraflores. Como entonces la batalla por el dominio de las calles se desarrollaba, días y noches, en­tre apristas y sanchecerristas con saldo de heridos, a veces muertos y no pocos golpeados, se convino en que la primera columna que llegara al punto de convergencia, que era la Plaza San Martín, en cuanto divisara otra columna, debía enarbolar sus pañuelos, para identificarse y soli­citar, a su vez, identificación. Los de Chacra Colorada llegamos, los primeros, encabezados por un líder recién vuelto del exilio en Argentina, dirigente que fuera de la Reforma Universitaria, desaparecido hace años, dejando un recuerdo de abnegación e inteligencia: el médico Enrique Cor­nejo Köster.

Todo ocurrió conforme a lo previsto. Las columnas fueron entran­do a la plaza, se alzaron los pañuelos y al llegar todas, los diez mil o más pañuelos cubrieron, por primera vez con su marco blanco y ondu­lante, la vastedad del ágora.

La invención del saludo se produjo poco después. Era Secretario Nacional de Disciplina un hombre alto, vigoroso y simpático, llamado José Antonio Genit. A él le tocó escoger y organizar los cuerpos de pro­tección del partido –que no eran matones reclutados, sino compañeros­ manuales o intelectuales– que dedicaban voluntariamente y sin retribu­ción ni sueldo, varias horas a cuidar locales, manifestaciones o líderes del Partido.

La noche en que Víctor Raúl fue «reconocido», como se diría en términos castrenses, por la Brigada, ingresó al local flanqueado por una doble fila de disciplinarios que al llamado de Genit, se cuadraron levan­tando simultáneamente el brazo derecho.

Muchos años más tarde, el propio Haya, al cual, con toda buena fe, se quería brindar esa sorpresa, me contaba cómo le chocó un gesto que él, venido de Europa, había visto muchas veces en Italia (el «saluto romano» mussolinesco) y en Alemania, entre los nazis. Mientras avanza­ba hacia el estrado tuvo que elaborar una plausible rectificación. Y lo hi­zo. Llegado a la tribuna se dio vuelta, alzó el brazo izquierdo y dijo: «Gracias compañeros, pero somos un partido de izquierda y el saludo es con el brazo izquierdo». El bueno de Genit explicaba luego que su designio había sido revivir el saludo incaico. Pero el brazo izquierdo extendido y la mano abierta, quedaron para siempre como símbolos iden­tificatorios de la militancia aprista. Cuando, años más tarde, se descu­brió el monolito pre‑incaico de Sechín, cerca de Casma, y apareció, labrado en piedra, un hombre joven que levantaba su brazo izquierdo, los compañeros que visitaban esas antiguas ruinas, las bautizaron con el nombre de «la piedra del Japista».


Todo esto –mítines, desfiles, banderas, himnos, saludos– llenaron de ecos resonantes y emotivos aquel «año admirable» de 1931, pri­mero de una edad nueva que se anunciaba prodigiosa.

Para otros sectores, los representativos del privilegio y el domi­nio, los herederos directos de la Colonia, ese año aportó una experiencia aterradora que no pudieron olvidar: el pueblo estaba, por primera vez, en la calle y en actitud beligerante, organizada y reivindicativa. En pocos meses, el Perú había visto nacer y desarrollarse con rapidez prodigiosa, un partido de masas, democrático y de izquierda; un partido revoluciona­rio como lo indicaba su propia sigla. Un partido fuertemente ideologiza­do que cuestionaba el sistema en su integridad y defendía un programa de cambios profundos y pacíficos. Un partido que tenía un jefe y un candi­dato que suscitaba fanática adhesión en el pueblo. La primera parte de una revolución peruana había comenzado.

Desde el regreso de Haya de la Torre al país y desde la fundación del Partido Aprista Peruano, el Perú no volvió a ser el mismo. Las bases de sustentación del viejo orden seu­do-republicano (prevalencia incuestionada de la oligarquía, explotación, sin remilgos, de los trabajadores manuales e intelectuales, predominio imperialista en la economía y en la política, desnacionalización cultural) fueron cuestionadas a fondo. La «revolución de los espíritus» grata a Ro­main Rolland y a Henri Barbusse, había comenzado. El temor de que esa revolución espiritual se convirtiera en social y política suscitó inoculta­ble pavor en nuestra gazmoña e hiperreaccionaria clase dominante. Era preciso, se dijeron, atajar esta desatada marea de cholos ensoberbecidos, de indios alzados y de blancos que traicionaban a su clase y a su raza.

jueves, 2 de agosto de 2012

CON EL DOLOR DEL PUEBLO. Por Carlos Enrique Melgar

EL PUEBLO APRISTA BAJO LA CONDUCCIÓN DE SUS LÍDERES
ACUDE AL SEPELIO MÁS GRANDE NUESTRA HISTORIA REPUBLICANA
HAYA NO HA MUERTO VIVE CON NOSOTROS, EN SUS OBRAS, EN LA LUCHA DEL APRISMO PURO SINCERO DE LAS JUVENTUDES.
ORACION DE DESPEDIDA A HAYA DE LA TORRE  CUERPO PRESENTE, EN EL CONGRESO NACIONAL DE LA REPUBLICA..."CON EL DOLOR DEL PUEBLO"
 Por: CARLOS ENRIQUE MELGAR

 Estoy perplejo, no sé si hablarte a tu alma regada ya de cielo , o hablarle a tu cuerpo que se aferra a la tierra. Estoy perplejo Víctor Raúl. No sé si estás vivo o estás muerto; porque sobre la muerte hasta los dioses han tenido dudas ; y yo las tengo aun mas, hoy que sentí clamar a tu pueblo, en la voz de sus niños, de sus mujeres y sus hombres : Haya no ha muerto; ¡ Haya está vivo. Víctor Raúl no ha muerto; él vive entre nosotros !

Te pregunto compañero Jefe ¿estás vivo o estás muerto? Aguardaré por siempre tu respuesta , en tanto que, el Divino Hacedor deslinde este misterio que, por serlo de los dioses, lo es mayor para los hombres. Quiero decirte por mi lo que pudiéramos decir todos tus hijos : para los que en la vida sólo hicieron lo mejor, la muerte es apenas un tránsito. Y tú hiciste siempre lo mejor en la vida, de tu niñez a la juventud; de la cuna a la tumba. Hiciste lo mejor al entregarte con sereno acatamiento a la lucha sin treguas por convertirte en defensor de los humildes ; lo hiciste como creador de una doctrina y como apóstol perdurable de tu causa. Hiciste lo mejor al cruzar la escarpa de los Andes para pulsar con estremecimiento las plantas callosas del indio adolorido que roba sus aguas a la tempestad para enterrar su semilla. Lo hiciste al mirar los ojos de las llamas indias en cuyo reflejo te miraste para alzar tu vuelo de águila, sacudiendo olores y obsequiando esperanzas. Y, ahora mismo, haces lo mejor con tu cuerpo que recorre soberano por las calles que abriste para seguir tu cortejo del Aula Magna a esta Plaza que te habla. Más de un millón de tus hermanos y amigos han seguido este tramo, musitando dudas y afirmando fe. Y todo, porque en la vida sólo hiciste lo mejor. Fue tu ley ; tu destino. Fuiste tú.

De izq. a der: Andrés Townsend, Alfonso Ramos Alva,
 Armando Villanueva y Jorge Idiáquez
Compañeros: Haya de la Torre defendió con su vida la ley humana y pasa a la muerte confundido en la ley divina. Así es: defendió con su vida los supremos valores que el ser humano ansía consagrarlos con toda la fuerza de su alma : su libertad. Fajistas antes y Japistas después, escuchamos de tu labio una proclama misionera: amen a la libertad como el tesoro más grande de la existencia ; no sean esclavos de nadie, ni siquiera de sus amigos ; no sean tiranos de nadie, ni siquiera de sus perros. Es con esta calidad de libertad partidaria que nos proyectamos en todos los actos de nuestra vida. ¡ Somos libre y lo seremos siempre !

Y el valor de la justicia que inculcaste es parte activa en el estilo de nuestra libertad : justicia aprista que no se abate, justicia aprista que no se rinde, que no se intimida, que no capitula jamàs, ni ante el madero del Gólgota donde podamos sucumbir como Cristo; ni ante las ramas del Rincòn de Olivos, donde podamos colgarnos como Judas.

Amigos del partido: vosotros bien podéis creer que Haya de la Torre este muerto; pero es a vosotros que os alcanzo una reflexión. Haya de la Torre escapa de la tierra porque ella le era ya estrecha para un luchador que engrandeció su existencia con todas las fuerzas vitales de que es capaz el ser humano. Su inteligencia y sus sentimientos ennoblecidos por la lucha, rebasaron largamente los estrechos limites del convencionalismo humano, de ése que lo proscribió por mas de medio siglo para reivindicarse hoy a la faz del mundo. El mismo acaso, debió escapar a las pasiones para eximirnos de mayor brutalidad. Por todo esto, sus cenizas se elevan purificadas y sus huesos se perfilan venerables hasta dar a nuestro espíritu y a nuestro pensamiento. una dirección mística, a tono con lo que supo vivir.

Hermano Jorge Idiáquez ; Tu sabes que a Víctor Raúl no le importo jamás la muerte, porque junto  a ti se jugo con ella, por casi medio siglo de enlutadas amenazas que llegaban de pronto y pasaban de largo. Salvo ileso de todas las trampas impuestas por sus viejos perseguidores, de las que forjaron nuestro martirologio y preconizaron nuestro valor. Es que Víctor Raúl se había instalado tan definitivamente en su mundo, que el más allá jamás lo inquietó; aquello no era sino su propio impulso iniciado aquí en la tierra como un paso más de cada día hacia los confines de la eternidad. Y hoy que la noche de la tumba parece atarlo de muerte, tu lo sabes hermano Jorge, como lo saben todos los apristas, que el Jefe aún no ha muerto, porque sigue risueño por nosotros: sonríe  aún por nuestra unidad sellada, sonríe por nuestra fraternidad invicta; sonríe porque la victoria está cercana.

 Querido viejo; cuando tú naciste, ¿lo recuerdas?; todos reían, tú llorabas. Hoy con tu muerte ¿lo ves? todos lloran, tú ríes. Ríe Víctor Raúl, Patricio Universal de la Paz. Ríe y vete con Dios riendo, al regazo de la gloria que guardará una inmortalidad.

 ¡ EN EL DOLOR , HERMANOS!
¡¡¡HAYA ESTA CON NOSOTROS, VIVE Y VENCERA!!!!